viernes, 22 de enero de 2010

La espiritualidad garantiza la felicidad de los niños

La espiritualidad determina el grado de felicidad de los niños, señala un estudio realizado por los científicos Mark Holder, Ben Coleman y Judi Wallace, de la Universidad de Columbia, en Canadá, y cuyos resultados han aparecido publicados en la revista especializada Journal of Happiness Studies.

Los mismos resultados apuntaron, sin embargo, a que las prácticas religiosas (como ir a la iglesia, rezar o meditar) no influyen en el nivel de felicidad infantil. Una explicación posible para esta ausencia de relación podría ser que los padres, y no los niños, son los que determinan la frecuencia de estos hábitos, explican los investigadores.

La espiritualidad podría describirse como el hecho de tener un sistema interior de creencias, mientras que la religiosidad es una actividad más organizada y externa, que puede estar basada en una iglesia, un libro, unas prácticas o rituales, etc.

Aspectos personal y comunitario

La investigación fue llevada a cabo en cuatro colegios públicos y dos privados (religiosos), con un total de 761 niños. A todos ellos se les sometió a seis cuestionarios distintos con los que se midieron los niveles de felicidad, espiritualidad y religiosidad de los pequeños, así como su temperamento natural.

Los padres de los niños también participaron en las encuestas, informando sobre el grado de felicidad y el tipo de temperamento de sus hijos.

Aunque ya se habían realizado investigaciones acerca de la relación entre felicidad y espiritualidad y religiosidad en adultos y adolescentes, esta misma relación no había sido nunca bien estudiada en niños.

Según explican los científicos en su artículo original, los participantes seleccionados para las pruebas tenían entre ocho y 12 años, porque es en estas edades cuando los niños son capaces ya de identificar y emplear sus emociones.

El análisis de los datos de los cuestionarios reveló que los niños que afirmaban ser más espirituales eran más felices.

En concreto, el aspecto personal (por ejemplo, el valorar la propia vida o sentir que ésta tiene sentido) y el aspecto comunitario (la calidad y profundidad de las relaciones interpersonales) de la espiritualidad de los niños fueron potentes pronosticadores de la felicidad de éstos.


Altruismo y amabilidad

La espiritualidad explicó de hecho el 27% de las diferencias en los niveles de felicidad de los niños.

Por otro lado, el temperamento de los pequeños también fue un importante pronosticador de su felicidad. En particular, los niños más felices resultaron ser los más sociables y los menos tímidos.

Pero, incluso sin tener en consideración el temperamento a la hora de medir el grado de felicidad de los participantes, la relación entre espiritualidad y felicidad siguió siendo importante.

Según los autores, la investigación apunta a que el incremento del sentido personal podría ser un factor clave en la relación entre espiritualidad y felicidad en los niños.

Por eso, cualquier estrategia en esta dirección, como ayudarles a expresar amabilidad hacia otros, a ser altruistas o a practicar el voluntariado, les hará sentirse más felices.

El dinero no da la felicidad

Estos resultados coinciden con los de estudios similares realizados a adultos y adolescentes. Diversas investigaciones han demostrado que existe una relación positiva similar entre la espiritualidad o la religiosidad y la satisfacción vital, la felicidad o el bienestar.

Según explica Holder en un artículo publicado anteriormente por la Universidad de Columbia, factores como el dinero contribuyen poco a la felicidad de los niños.

De hecho, señala el investigador, el dinero sólo explicaría el 1% de los sentimientos de felicidad de los pequeños, tanto si éstos estudian en colegios públicos como si lo hacen en colegios privados.

Es la espiritualidad, en cambio, la que produce el sentimiento de vivir con un sentido, estimula la esperanza, refuerza las normas sociales positivas, y proporciona una red social de apoyo, todos ellos elementos que mejoran el bienestar personal.

Aún quedan muchas cuestiones por explorar a este respecto, como la de cómo potenciar la felicidad de los niños aplicando esta nueva comprensión de lo que contribuye a que sean felices, pero los investigadores esperan que algún día haya actividades escolares que vayan en esta dirección. En definitiva, la gente feliz es más tolerante, creativa y productiva.

Tomado de: Tendencias21

El cambio climático afecta también a la salud mental

Al tiempo que se celebra en Copenhague la XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático, en cuya recta final parece triunfar el escepticismo acerca de la posibilidad de que se alcance algún acuerdo que frene el desastre, dos expertas del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres (en el Reino Unido) advierten en un artículo del peligro que supone el cambio climático para la salud mental de la población mundial.

Publicado por la revista especializada Psychological Medicine bajo el título “El cambio climático en la salud mental (¿pero se discutirá sobre la salud mental en Copenhague?)", en él Lisa Page y Louise Howard, afirman que el cambio climático resultará crucial para la aparición de nuevos trastornos mentales a nivel global, y también afectará a las personas que sufran enfermedades mentales serias.

A pesar de esto, denuncia el King’s College en un comunicado, no se le prestará a este tema mucha atención en la cumbre de Copenhague.

Revisión de estudios

Page y Howard revisaron una serie de estudios recientes realizados por científicos y relacionados con el impacto potencial del cambio climático en la salud mental humana.

A partir de esta revisión, las expertas concluyeron que los efectos más nocivos de esta situación recaerán en aquellas personas que de antemano padezcan alguna enfermedad mental seria, pero que también habrá un incremento de los trastornos mentales en individuos previamente sanos, de todo el planeta.

Las científicos alertan de la falta de investigaciones sobre los mecanismos por los que el cambio climático provoca y potencia este tipo de trastornos, y de la necesidad de que se realicen nuevos estudios para que se puedan llevar a cabo políticas fundamentadas en conocimientos, que permitan afrontar los problemas que han de llegar.

Según declaró Page en el comunicado del King’s College, mientras los delegados discuten (en Copenhague) sobre los efectos del cambio climático y sobre las posibles respuestas al problema que han de dar los Gobiernos, las expertas temen que los efectos del cambio climático en la salud mental de la gente sean ignorados a largo plazo, lo que supondría un tremendo riesgo para millones de personas en un futuro no lejano.

Riesgos potenciales

Las investigadoras han identificado diversas formas por las que el cambio climático podría afectar a la salud mental.

En primer lugar, los desastres naturales (como inundaciones, ciclones o sequías), que se están incrementando como consecuencia del cambio climático, provocan trastornos psiquiátricos adversos en las personas que los sufren. Estos trastornos han sido bien documentados en los estudios sobre las repercusiones de los desastres naturales, y entre ellos se encuentran el trastorno por estrés post-traumático, la depresión severa o los trastornos somatoformes.

Por otra parte, las necesidades de las personas con enfermedades mentales crónicas a menudo son pasadas por alto tras un desastre de esta envergadura, momento en que las intervenciones psicológicas suelen centrarse en aquellos individuos que acaban de sufrir un trauma. En estas situaciones, el riesgo de mortalidad o de empeoramiento de los enfermos mentales, por tanto, aumenta.

En tercer lugar, a medida que las temperaturas se incrementan, las personas con enfermedades mentales son particularmente vulnerables al peligro de muerte relacionada con el calor. A esta situación contribuyen los medicamentos psicotrópcios, la preexistencia de enfermedades respiratorias o cardiovasculares o el abuso de sustancias. Además, la cantidad de suicidios también podría incrementarse a partir de un umbral de temperatura.

Asimismo, los expertos prevén que como consecuencia del cambio climático aparecerán nuevas enferemdades infecciosas graves. Este hecho también tendrá un impacto piscológico en la población, en forma de estrés psicológico, ansiedad y estrés traumático, advierten Page y Howard.

Otro aspecto del cambio climático que afectará a la salud mental de la población mundial será el derivado de los cambios costeros y del incremento de las inundaciones, que se espera obliguen a migraciones y desplazamientos masivos.

Por otra parte, la urbanización, un fenómeno que podría ser en parte beneficioso (porque aumenta las oportunidades de trabajo y también la posibilidad de acceder a servicios de salud) se está asociando con un incremento de la incidencia de esquizofrenia en países desarrollados.

Buscar soluciones

Según publica a este respecto la agencia de noticias de la UE, CORDIS, el volumen de investigaciones sobre los efectos sanitarios generales del cambio climático va en aumento. Algunos autores calculan que este fenómeno provoca en la actualidad más de 150.000 muertes cada año, una cifra que probablemente empeorará en las próximas décadas.

En lo que se refiere a la salud mental, hasta cierto punto se ha tomado conciencia de los efectos del cambio climático en ella, pero mayoritariamente se habla de estas repercusiones en términos imprecisos, y en los debates que se plantean rara vez participan quienes realizan investigaciones sobre salud mental u ostentan competencias políticas.

La peor parte de los efectos del cambio climático, en lo que a salud mental de la población se refiere, la sufrirán los países pobres o en vías de desarrollo porque, en ellos, la asistencia de salud mental ya es deplorable y, en caso de que su situación económica empeore como consecuencia del cambio climático, será improbable que reciban prioridad para afrontarla.

Howard y Page concluyen que es urgente que los profesionales de la salud mental emprendan estudios científicos sobre este tema. En ellos deberían colaborar diversas disciplinas como la climatología, la geografía, la epidemiología ambiental, el urbanismo, la economía, la modelización o las infraestructuras. La finalidad: planificar y poner en práctica los resultados que se obtengan de las investigaciones.

Tomado de: Tendencias21

El ejercicio potencia el cerebro aseguran Investigadores ingleses y estadounidenses

Científicos de las Universidades de Cambridge y Maryland llegaron a la conclusión tras un minucioso trabajo con ratones.

Hacer ejercicio en condiciones aeróbicas (correr, trotar, caminar, nadar, patinar, bailar y montar en bicicleta, entre otras actividades) mejora las conexiones entre las neuronas.

Investigadores del Departamento de Neurociencia de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y el Instituto Nacional de Envejecimiento de Maryland (Estados Unidos) llegaron a esa conclusión tras un minucioso trabajo con ratones, cuyos detalles publica la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

Después de estudiar dos grupos de roedores, de los cuales uno se ejercitaba de manera permanente y el otro estaba prácticamente inactivo, los científicos comprobaron que los del primer grupo respondían de manera más efectiva a pruebas reto-recompensa, como seleccionar cuadrados en un computador a cambio de un terrón de azúcar.

Los sedentarios no recuerdan

En cambio, los ratones sedentarios no recordaban cuál era el cuadrado premiado con la misma facilidad que sus rivales. La diferencia entre unos y otros se hizo más palpable a medida que se complicaba la prueba (cambiando la posición del cuadrado de la recompensa, por ejemplo).

Timothy Bussey, del Laboratorio de Sistemas Cognitivos de la Universidad de Cambridge y uno de los autores del informe, explicó al diario The Guardian: "Ahora sabemos a ciencia cierta que el ejercicio puede ser bueno para las funciones cerebrales".

Además, el cerebro de los ratones ejercitados presentaba, en promedio, 6.000 neuronas nuevas por milímetro cúbico en el hipocampo, en comparación con el de los otros, que no sufrieron cambios.

Tomado de: ElTiempo.com

'Risoterapia', una novedosa forma de mejorar la salud mental y física


La técnica, que actualmente se encuentra en auge en España, recomienda reír, por lo menos, 10 minutos al día.

La risa eleva el nivel de endorfinas, tiene efectos analgésicos, mejora el sistema inmunológico, reduce el estrés y el dolor, adelgaza, mejora el insomnio y hasta rejuvenece, según los partidarios de la risoterapia, una técnica en auge en España.

"Cada vez hay más gente que viene a los talleres para recuperar la risa", explicó Katy García, 'risoterapeuta' que organiza talleres en su centro Risaluz y en hospitales y centros sanitarios donde requieren sus servicios para mejorar la salud mental y física de enfermeras y cuidadores.

Las personas que acuden a los talleres son personas "que han perdido las ganas de reír progresivamente por la muerte de amigos, porque se van quedando sin compañía, porque caen en una depresión o simplemente porque no tienen tiempo de reír", según García.

"También hay personas que vienen porque les regalan una sesión para su cumpleaños o porque saben que les va a sentar bien, aunque no tengan ninguna dolencia concreta", añade.

En su opinión, "cada vez tenemos más cosas materiales y menos bienestar interior" y los centros de risoterapia se están multiplicando.

Según la terapeuta y especialista en psicología grupal, "reirse es muy bueno porque mueves un montón de músculos y luego te quedas más relajado", según la terapeuta, por lo que una de las técnicas de la risoterapia consiste en empezar a reirse sin ganas y acabar riendo de verdad de lo ridículo de la situación.

Katy García recomienda reír al menos diez minutos al día, aunque sea a solas, pero en los talleres reúne a grupos de unas diez personas, "que acaban pasándoselo en grande".

Empiezan la sesión saludándose unos a otros utilizando sólo vocales o sólo consonantes, y este ejercicio tan simple arranca las primeras carcajadas.

Poco a poco los presentes van relajándose, arrinconando el miedo al ridículo y riendo cada vez más, mientras participan en los juegos que propone la terapeuta.

Se trata de ejercicios de expresión corporal, como bailar o reptar por el suelo, o juegos de desinhibición, como decir la misma frase con diferentes intenciones -sensual, agresiva, cariñosa, libidinosa...-.

Dos horas después, los participantes están exhaustos de tanto reír y "algunos curan sus dolencias y otros no, pero seguro que duermen mejor".

Tomado de: ElTiempo.com

martes, 5 de enero de 2010

RIESGO DE DEPRESIÓN Y TENDENCIAS SUICIDAS ENTRE ADOLESCENTES AUMENTAN CON LA FALTA DE SUEÑO

Asi lo señala un estudio de la universida de Columbia en los Estados Unidos

De acuerdo con esa investigación, realizada entre 15.659 estudiantes de enseñanza primaria y media (de 12 a 18 años de edad), el riesgo de depresión entre los adolescentes que habitualmente se van a acostar después de la medianoche es 24 por ciento superior al de los que se van a la cama antes de las 10 de la noche.

Los que se van a acostar más tarde tienen además más pensamientos suicidas: 20 por ciento más que entre los que se acuestan temprano, según la investigación publicada en la revista 'Sleep'.

"Los resultados de este estudio aportan la prueba suplementaria de que un sueño breve podría jugar un papel en el análisis de las causas de la depresión", escriben los autores del estudio dirigido por el profesor James Ganwich, de la Universidad de Columbia.

Se estima que aquellos que durmieron más de cinco horas de sueño durante la noche tenían un 48% más de riesgo de desarrollar pensamientos suicidas en comparación con aquellos que durmieron ocho horas.

Los adolescentes que informaron que "por lo general duermen suficiente" tendían a deprimirse en un 65% menos.

"Enviar a los adolescentes a acostarse más temprano podría, por ende, protegerlos de la depresión y de las ideas suicidas", agregan.

La Academia de la Medicina del Sueño estadounidense recomienda que los adolescentes duerman aproximadamente nueve horas diarias.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 20 años, la depresión se convertirá en la enfermedad que más padecerán los seres humanos, superando al cáncer y los trastornos cardiovasculares.


Tomado de: www.eltiempo.com