miércoles, 14 de abril de 2010

Las experiencias nos hacen más felices que las cosas que compramos

La felicidad que obtenemos al disfrutar de unas vacaciones o hacer ejercicio físico, como montar en bicicleta, es inicialmente grande, y sigue creciendo cuando recordamos nuestras experiencias. Por el contrario, la felicidad que sentimos cuando compramos un coche nuevo, una televisión de pantalla plana o cualquier otro objeto tiende a desaparecer rápidamente. Esto es lo que sugiere un estudio realizado por dos psicólogos de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, que afirman que hay varias razones por las que los humanos obtenemos un placer mayor y más duradero de las experiencias que vivimos que de los objetos que adquirimos.

Thomas Gilovich y su colaborador, Travis J. Carter, publicarán pronto los resultados de la presente investigación en la revista especializada Journal of Personality and Social Psychology.

En un comunicado de la Universidad de Cornell, Gilovich adelanta que una de las razones para esta diferencia en la felicidad obtenida de experiencias o de objetos comprados radicaría en que “las experiencias son menos comparables que los objetos y, por tanto, están menos sometidas a las comparaciones sociales odiosas, ante las que no son tan vulnerables”.

Las vivencias nos resultarían, por tanto, más satisfactorias porque son más difíciles de comparar con las experiencias de otros, dado que pertenecen sólo a aquéllos que las han vivido.

Por el contrario, la gente puede sentirse menos satisfecha con sus adquisiciones materiales porque se tiende a pensar mucho en lo que “se podría tener” (un mejor modelo, un mejor precio…), una vez que se ha hecho una compra.



Nos adaptamos a los objetos

Según los científicos, los consumidores emplean más tiempo en pensar sobre los objetos materiales que no eligieron que el que dedican a comparar sus experiencias con las de otros.

Otra razón que marca la diferencia entre la satisfacción que obtenemos al comprarnos algo o la que obtenemos al disfrutar de una experiencia es, sorprendentemente, nuestra capacidad de adaptación.

Gilovich afirma que “existen muchas investigaciones sobre el bienestar y la felicidad que demuestran que nos adaptamos a la mayoría de las cosas”.

Por eso, cuando compramos algo nuevo, nuestra adquisición nos hace felices inicialmente, pero enseguida nos adaptamos a ella, lo que termina con la felicidad que nos proporcionaba.

En cambio, otro tipo de gastos, los que dedicamos a proporcionarnos ciertas experiencias –como un viaje-, no se ven sometidos a esta capacidad de adaptación.

Ocho estudios

Hace unos años, Givolich realizó diversos estudios en los que se demostró que la gente obtenía generalmente más felicidad de sus experiencias que de sus posesiones. En esta investigación reciente, el psicólogo y su colaborador han tratado de descubrir porqué.

Para ello, realizaron ocho estudios distintos, según explican los investigadores en el artículo del Journal of Personality and Social Psychology.

En uno de los estudios, constaron que los participantes se sentían menos satisfechos con sus adquisiciones materiales porque tendían más a pensar en las opciones que otros habían escogido, y que ellos mismos podrían haber escogido también.

Un segundo estudio reveló que los participantes buscaban el mayor rendimiento cuando elegían algo. Cuando seleccionaban sus experiencias, por el contrario, buscaban su propia satisfacción.

Por otra parte, en otro estudio se constató que los participantes examinaban más las adquisiciones materiales no escogidas que las experiencias que no habían seleccionado.

En el resto de los estudios, se demostró que la satisfacción de los participantes por sus adquisiciones materiales se reducía por las comparaciones con otras opciones disponibles, con las mismas opciones a precios distintos, y con otras opciones escogidas por otros participantes.

Políticas para la felicidad

En general, explica Gilovich, las comparaciones visibles reducen la satisfacción que nos producen los objetos materiales que compramos. Por el contrario, si comparamos experiencias, aunque sean similares –como un viaje a un mismo lugar- cada una de estas experiencias resultan únicas y, por tanto, el placer que producen no es fácilmente reducible por comparación.

Los resultados de la presente investigación sugieren que, dado que la gente obtiene más felicidad de sus experiencias que de sus posesiones, deberían llevarse a cabo políticas que desarrollen los recursos necesarios para asegurar que la población disfrute de diversas experiencias.

Por ejemplo, no se puede hacer senderismo si no hay rutas o no es fácil ir en bicicleta por la ciudad si no hay carril específico para bicicletas.

Según Gilovich, si este tipo de cosas es lo que hace que las personas disfruten más y durante más tiempo, se deben crear comunidades que cuenten con parques, senderos e instalaciones en los que las experiencias que nos hacen felices puedan desarrollarse.

Tomado de: Tendencias 21

La comida basura provoca una adicción similar a la de las drogas

Un estudio reciente realizado por científicos de The Scripps Research Institute, en Estados Unidos, ha revelado que los mismos mecanismos moleculares del cerebro que propician la adicción a las drogas se desarrollan cuando se come comida basura.

La investigación, dirigida por el profesor de dicho instituto, Paul J. Kenny, ha establecido, por tanto, que la ingesta compulsiva de comida basura –especialmente adictiva y nociva para la salud- sería extremadamente difícil de parar, del mismo modo que es muy difícil dejar las drogas.

En el estudio, realizado con ratas, se demostró que el desarrollo en estos animales de la obesidad coincidió con un deterioro progresivo del equilibrio químico de los circuitos de recompensa del cerebro.



Tres años de investigación

A su vez, a medida que estos centros de placer del cerebro se hacían cada vez menos sensibles, aumentaron también los hábitos de sobrealimentación compulsiva de las ratas, lo que provocó que los animales estuviesen cada vez más gordos.

Por otra parte, fueron constatados cambios cerebrales similares en los cerebros de ratas a las que, en lugar de comida basura, se les suministraron grandes cantidades de cocaína y de heroína.

Según Kenny, estos resultados, obtenidos en un trabajo de investigación que duró casi tres años, confirman las propiedades adictivas de la comida basura, que es toda aquélla que contiene altos niveles de grasas, sal, condimentos o azúcares, así como numerosos aditivos alimentarios, como el glutamato monosódico (potenciador del sabor) o la tartracina (colorante alimentario).

Además de con la obesidad, este tipo de comida, que tiene poco alimento, suele relacionarse con enfermedades del corazón, la diabetes del tipo II, las caries y la celulitis.

Comida y adicción

El científico afirma que las ratas sometidas a observación a lo largo del tiempo que duró la investigación llegaron a perder completamente el control sobre su comportamiento con la comida, característica principal de las adicciones.

Según publica Eurekalert, en el estudio, los investigadores alimentaron a las ratas imitando los menús que en humanos provocan la obesidad: dietas de muchas calorías y alto contenido en grasas (salchichas, bacon, pasteles de queso, etc.)

Poco después de que el experimento comenzara, los animales empezaron a aumentar de volumen drásticamente. Además, enseguida fueron incapaces de cambiar de dieta, rechazando comidas alternativas que los científicos les ofrecían.

El cambio en sus preferencias fue tan enorme que, básicamente, se mataron a sí mismas de hambre dos semanas después de que se les suspendiera la dieta de comida basura, explican los investigadores.

Aquellos animales que sufrieron mayores cambios en los circuitos de recompensa del cerebro fueron los que más modificaron sus preferencias hacia la comida basura. En estos casos, las ratas resistían incluso el dolor de unos electroshocks que se les suministraron para que asociasen dicha comida con el dolor, y se abstuvieran de comerla.

Kenny explica que lo que ocurre con las adicciones es muy sencillo: las vías de recompensa del cerebro han sido tan sobreestimuladas (por sustancias, en este caso por la comida) que el sistema, básicamente, se adapta a dicha sobreestimulación. Esta adaptación se consigue con una reducción de la actividad del cerebro. Para equilibrar esta reducción, se necesita de nuevo una sobreestimulación similar a la inicial, obtenida con la comida basura.

Mecanismo molecular subyacente

Además de las comprobaciones empíricas del poder adictivo de la comida basura, los científicos estudiaron los mecanismos moleculares subyacentes ocurridos en los centros de recompensa del cerebro de las ratas.

Para hacerlo, se centraron en un receptor particular del cerebro que ya se sabía que juega un papel importante en la vulnerabilidad a la adicción a las drogas y a la obesidad: el receptor D2 de dopamina.

Este receptor responde a la dopamina, que es un neurotransmisor producido en el cerebro cuando disfrutamos de experiencias agradables, como las relaciones sexuales o una comida sabrosa, pero también cuando se consumen drogas.

Los científicos comprobaron que, al igual que ocurre en el caso de las adicciones a las drogas, los niveles de receptores D2 de dopamina se habían reducido significativamente en los cerebros de las ratas obsesas.

Según los investigadores, este hallazgo confirma que el consumo excesivo de comida basura propicia que en el cerebro se desarrollen los mismos mecanismos moleculares cerebrales subyacentes a las adicciones a las drogas.

Los resultados de esta investigación, que han aparecido publicados con detalle en la revista Nature Neuroscience, tienen gran importancia en nuestra sociedad actual, en la que la obesidad, aún siendo una condición clínica individual, se ha convertido en un serio problema de salud pública que va en aumento.

El peso corporal excesivo, que predispone a padecer diversas enfermedades como enfermedades cardiovasculares, apnea del sueño u osteoartritis, puede tener diversas causas, entre las que el estilo de vida juega un importante papel. Con el presente estudio, se ha demostrado que ciertos hábitos alimenticios pueden volverse tan adictivos como una droga, puesto que tienen el mismo efecto que éstas en el cerebro.

Tomado de: Tendencias 21

La imitación potencia la capacidad de adaptación y la creatividad humanas

Los resultados de un proyecto internacional de investigación, liderado por la University of St Andrews, del Reino Unido, sugieren que la imitación es una de las formas más potentes de desarrollo humano y que, incluso, imitar los errores de otros –y no sólo sus aciertos- puede conducir a las mayores innovaciones.

Según publica dicha universidad en un comunicado, el estudio reveló que la imitación de los desaciertos ajenos puede beneficiar, en última instancia, a la habilidad humana de adaptarse.

Los resultados del estudio, publicados por la revista Science, hacen referencia, por último, al “ingrediente secreto” de lo que los investigadores han llamado “la super-eficacia de la imitación humana”.



Origen y función de las imitaciones

¿A quién y por qué imitamos los humanos?, se preguntaron los científicos Kevin Laland y Luke Rendell, de la Escuela de Biología de la University of St Andrews y desarrolladores del proyecto, en colaboración con investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles, de la Universidad de Stanford, de la Universidad de Estocolmo y de la Universidad de Bolonia, en Italia.

Según explican los autores del estudio en el artículo aparecido en Science: “el aprendizaje social (que se produce mediante la observación o la interacción con otros individuos) está muy extendido en la naturaleza y resulta esencial, en concreto, para el éxito de la humanidad, pero aún no está claro porqué la imitación es provechosa y cómo imitar más eficientemente”.

Laland señala que, generalmente, se piensa que la cultura humana subyace bajo el extraordinario éxito demográfico y ecológico de nuestra especie.

Una de las bases de dicha cultura es, a su vez, la imitación (que se da también en otras especies animales), que resulta útil, según los científicos, porque normalmente imitamos a otros individuos que desarrollan el comportamiento que mejor rinde en entornos concretos.

Así, sin que las personas imitadas se den cuenta, éstas filtran sus comportamientos a la sociedad, aportando información que ayudará al desarrollo de la capacidad de adaptación de otros.

Torneo de estrategias

Sin embargo, el fenómeno no es tan sencillo, porque en ocasiones los humanos imitan a otros de una forma aparentemente aleatoria o basándose en el nivel del prestigio de otras personas, e incluso se imitan errores que otros hayan podido cometer.

La finalidad de la investigación era, por tanto, conocer mejor el fenómeno de la imitación y la razón de su alta eficiencia en el desarrollo de la especie humana.

Para ello, los científicos organizaron un torneo por ordenador, en el que los competidores debían ofrecer diversas estrategias de aprendizaje, que especificaran cómo usar el aprendizaje social y sus alternativas no-sociales (por ejemplo, el aprendizaje siguiendo el método de intento-error).

Estas estrategias debían ser aplicadas dentro del juego para adquirir un comportamiento adaptativo lo más eficiente posible, en un entorno complejo.

El torneo consistió, por tanto, en una especie de “batalla de mentes”, en la que compitieron las estrategias de aprendizaje social de unos con las estrategias de aprendizaje social de otros, dentro de una simulación informática.

Imitación de fallos

En total, en el campeonato participaron 104 equipos de 16 países diferentes. Entre estos participantes había biólogos, matemáticos, estadistas, psicólogos y científicos informáticos. El premio, en metálico, fue de 10.000 euros.

Los ganadores resultaron, finalmente, dos científicos de la Queen’s University de Canadá: el neurocientífico Tim Lillicrap y el matemático Dan Cownden, cuya estrategia fue desarrollada casi exclusivamente imitando a otros.

En otras palabras, ganaron sobradamente aquellos concursantes cuya estrategia tendió mucho más a la imitación que la innovación.

Lo más sorprendente de los resultados del estudio, según Luke Rendell, fue que demostró que la imitación resulta eficiente en una amplia gama de circunstancias.

Incluso cuando se imitan errores, afirma Rendell, el valor de la imitación en el desarrollo de comportamientos de adaptación no decreció, porque la imitación de los fallos resulta ser una importante fuente de diversidad para los comportamientos adaptativos, y fomenta la innovación humana.

El secreto de la supereficacia

Los científicos señalan que el estudio demostró que las estrategias más eficientes fueron aquéllas en las que no sólo se llevaron a cabo las imitaciones, sino que además éstas fueron reguladas.

Dicha regulación consistió en revisar las imitaciones cuando éstas comenzaron a fallar, en evaluarlas con la información disponible, y en juzgar hasta qué punto serían valiosas en un futuro.

La capacidad para reflexionar sobre el pasado y el futuro, conocida como viaje mental en el tiempo, sería el “ingrediente secreto” de la supereficacia de la imitación humana, aseguran los investigadores.

Tomado de: Tendencias 21